jueves, 23 de mayo de 2019

EL DIOS DE LA MELANCOLÍA


Por: Luis David Libreros Ponce
Temática Libre

El secreto está en los sueños. La mente humana es un algoritmo complejo, asimismo, nunca se detiene, incluso cuando la sección corpórea de nosotros esté descasando. ¿Cuál es esa clave? Sí, el cerebro. Pasé muchos años intentando dilucidar este concepto y, luego de un tiempo intentando separar el cuerpo de la mente, capté una división natural y consuetudinaria. Cuando un ser humano duerme, su mente aparenta ir a otra dimensión y revelar cosas, frecuentemente, muy vívidas de otros universos. Se especula mucho sobre este fenómeno, investigadores sobre el tema aseguran que es la manera de expresar cómo se siente el cuerpo, quizá por medio de un código, otros alaban que es algo creado por nuestro cerebro ya que nunca descansa; aun cuando es fascinante, no es así. Soy el Dr. Quimera, y encontré la razón de aquellas locas escenas llamadas sueños. Luego de mis experimentos, diseñados hacia mí, no quería dañar ninguna forma de vida, parece ser que ellos son un portal hacia la mente, no son precisamente del cuerpo, estamos ante algo perfecto. Sobrellevó cuantiosos  años de investigación intentar encontrar esos portales, puede decirse que son similares a las chacras, pero es mucho más complejo. Antes de poder encontrar y ascender por ellos, debes enfrentarte contra lo que te dictamina a ti y te hace un ser imperfecto. El primer portal demandaba el sentimiento “ira”, luego de enfrentarla y ascender, sentí que aquel sentimiento fue borrado de mi conciencia, no podía sentir más aquella emoción, ¿Era eso malo? Aún con el mal gusto, proseguí, era el trabajo de mi vida. Así, abrí la siguiente puerta, el miedo. Esta fue concretamente difícil porque, sí, cuando logré sentir como mi conciencia, sobrellevada al límite, llegaba al fin del sueño, jamás volví a sentir miedo. Al entrar al tercero, pude deducir que era el apego, logré superar el sueño con suma dificultad y allí, delante de mis ojos, el último portal me miraba. No era precisamente un portal, era mi hija, ella era el canal que me conduciría a un ser humano perfecto que puede entenderse completamente y estar por encima de todo, así como un Dios. La última puerta era el amor. Sabía exactamente cuáles eran las pruebas porque distinguía el tema del sueño y cuál era el sentimiento a alcanzar;  así como el miedo, era un sueño con mis pesadillas más terribles y grotescas; el de la ira, saber que mi familia me había abandonado y sí, mi trabajo me consumió tanto que acabó con mis relaciones y de manera análoga conmigo; el apego, mi primera hija que murió en un accidente de tránsito y no podía abandonar su recuerdo. En aquel sueño, tuve que despedazar la última carta que me había escrito, nunca la pude leer por mis investigaciones. Y el amor, debía superarlo. Avizorando a mi hija, creada por mi mente, concluí que después de todo lo que he perdido, no hay nada más, no hago parte de la humanidad ahora, por mis experimentos dejé una familia que me amaba, y descuidé a mi hija, hoy día fallecida en aquel accidente, y deduje que, para activar el portal, debía superar el hecho que destruí  todo lo que alguna vez amé por un conocimiento infinito y abandonar, para siempre, mi parte somática. Al llegar a este plano corroboré mis investigaciones, no son mentes específicas para cada ser vivo, somos solo una mente de proporciones infinitas que ahora dirijo. Y aquí escribo mi primera y última carta, desde los confines de la mente, ahora soy el Dios que gobierna cada partícula de sentimiento y razón que maneja cada ser vivo; aun cuando, siendo un Dios, no logro regir un sentimiento a su totalidad, supongo que nunca logré superar esa emoción.

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