sábado, 22 de junio de 2019

El Mundo De Arriba

Por:Nicolas Alejandro Montes Suescun
Temática libre


Él era Wamán, niño inquieto y sonriente, de oscura piel y pelo liso, tal vez mal vestido,
tal vez desarreglado, hijo de un pueblo indígena situado en el centro-occidente de
Antioquia, los Embera. Quien junto a su padre y gracias a Dios, al destino, a Karagabí,
a Humantahú, a alguna organización cultural y esencialmente al permiso del Jaibaná,
emprendieron un viaje para compartir uno de sus tesoros ancestrales más
significativo, su lengua.
Para llegar al centro del país, lugar donde se celebraría el primer festival étnico, era
necesario atravesar de extremo a extremo todo el territorio Colombiano. Al llegar al
aeropuerto y tras verlos dudosos, se les acercó una joven con evidente intención de
ayudar y que en su chaleco reflectante se podía ver que alguna relación debía tener
con el aeropuerto. Con toda diligencia entregaron documentos, fotocopias y un mar de
papeles más. Ese titubeo era de esperarse, a ellos que les hablen de cultivar maíz,
arroz o yuca, que les hablen de la luna o de la cosecha, no de buscar taxis, ni de dar
direcciones y menos de hacer check-in. Llegó la hora y los altavoces indicaron que
debían abordar. El padre se levantó, caminó y pasos más adelante notó que Wamán
no estaba, regresó a buscarlo y lo encontró sentado, casi que inmóvil, sin pronunciar
palabra, con una mirada perdida como viendo cara a cara a la muerte. Antes de que
su padre pronunciara palabra alguna, << no voy >> dijo el niño, << ¿Qué ocurre? >>
preguntó el padre desconcertado. Después de un corto silencio, respondió
nuevamente el niño con más firmeza, << ¡no voy! >>.
!Qué ironía¡ el avión partió sin ellos, todo el papeleo, los taxis, las direcciones y el
check-in tirados a la basura, casi tan irónico como que Wamán signifique halcón.
El padre impotente, enojado, incrédulo y con absoluta resignación, se sentó.
Había olvidado lo más importante que le enseñó a su hijo, sus creencias. Para el
pueblo Embera, el mundo que conocemos se divide en tres submundos, el primero,
conocido como el de abajo, que es donde están las personas, el intermedio, donde
viven espíritus como el de la naturaleza o del agua, y por último, está el mundo de
arriba, donde habitan los espíritus de los muertos y donde claramente Wamán no
quería llegar. Lo que para alguien simplemente fuera un viaje más, para Wamán fue
una decisión de vida o muerte.

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