Por: David Bedoya Taborda
Temática libre
Era una hora cualquiera de un día
cualquiera. El vagón estaba lleno, pero no había ruido o movimiento. La gran
mayoría estaba absorta en sus preocupaciones y la minoría restante se limitaba
a dormitar. Hacía mucho calor y el aire se sentía pesado, rayos del sol
traspasaban las ventanas de los costados y configuraban un ambiente aletargado
y pesaroso. Los segundos se sentían como minutos y los minutos se sentían como
horas.
La estrepitosa alarma sonó indicando
el final de algunos viajes y se abrieron las puertas bruscamente, una brisa de
aire entró y con empujones y jadeos unas cuantas personas salieron. Luego se
cerraron nuevamente las puertas y todo quedó igual que como antes.
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