martes, 25 de junio de 2019

CAFÉ HELADO

Por:Jhon Eduardo Florez Bautista
Temática libre

Me hallaba sentado en el café que solía visitar cada domingo dentro de mi matutina rutina de
descanso, deleitando mi gusto y divagando entre el exquisito aroma del café y mis volátiles ideas;
después de morder mis labios y empujar mi paladar con mi lengua para sentir las ultimas gotas de
café en mi boca, sentí un fuerte y frio viento que rozó mi espalda, ¡alguien abrió la puerta! pensé con
algo de ira, cuando observé, me intrigó un poco el comportamiento de aquel visitante, él estaba muy
nervioso y algo agitado; hizo una pausa, luego vino hacia mí, se sentó en la mesa que yo ocupaba,
me miro a los ojos y procedió a contarme la historia de aquel fatídico día:
-Aquella mañana salí muy rápido de mi hogar, tomé unas bolsas que necesitaba y detuve el taxi que
me acercaría al lugar que debía visitar, pero, minutos después…
[Suspiró]
Sentí el chillido que emiten las ruedas de un auto al frenar inesperadamente y un fuerte estruendo
justo antes de volcarse, escuché un sonido similar a cuando se desgarra la piel de alguna criatura,
un fuerte golpe me arrebató la conciencia, minutos después me hallaba tirado en el pavimento,
adolorido, identificando cierto olor a sangre, contemplando el violento suceso y escuchando el
intenso silbido que emitían mis oídos.
No podía concentrarme, no podía percibir con certeza qué estaba sucediendo ni mucho menos la
causa de éste hecho, solo recordaba el día de campo y la tarea de la cual me había hecho
responsable y que, ya no podía terminar, no lograba levantarme del suelo, escuché las sirenas,
aprecié las miradas, esas miradas de esos ojos impactados con lágrimas que denotaban la poca
comprensión sobre el hecho, escuché el llanto y los gritos de terror, giré la cabeza y lo vi, lo sentí,
logré entender que no era mi cuerpo el único al que miraban sino a la escena completa: el rio, los
lagos, ese escarlata que también representa la vida, derramado y en corriente con toda la lluvia que
bajaba por la vía.
Después noté el taxi y los músculos de la criatura desgarrados y amarrados torpemente a las puertas
del vehículo, mi corazón se aceleró abruptamente, por fin entendí los gritos, el llanto, los ojos, las
miradas, ¡el terror! pero aún no observaba mi cuerpo y no quería hacerlo, tenía miedo, estaba atónito
y, aunque había escuchado las sirenas no veía a los paramédicos, pensaba que ya había
comprendido la escena completa en mi confuso estado de contusión severa, el estrés se apoderó de
mi ser, me llené de cólera, estaba aterrado y no quería creer que la causa de mi dolor era la misma
que se exhibía por toda la escena.
Después de mucho tiempo me agobio la duda, tenía que saberlo, si era yo, si mi cuerpo se hallaba
desmembrado y que ya no tenía oportunidad, volvió la cólera, no podía creer que mi alma se alejaría
de mi ser de esa manera, no concebía la idea, pero tenía que verlo…

-Hubo una pausa, de repente todo estaba en completo silencio y cuando levanté mi mirada, el
visitante había desaparecido; yo estaba confundido, atónito, sentí que algo dentro de mi explotó,
sentí que cada uno de mis órganos quería salir disparado en distintas direcciones, sentí… sentí
deseo de correr, de huir de aquel lugar para no volver jamás, pero no podía moverme, estaba tieso
como si un gran espasmo hubiese congelado cada musculo de mi cuerpo y, un segundo después,

sentí el chillido que emiten las ruedas de un auto al frenar inesperadamente…

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