Paseaba por la sección Jóvenes y violencia de una revista cuando vi el titular: “Lo
violaron entre 7 y todo el pueblo compartió el video”. Me estremecí. Es ficción, pensé.
Me tranquilicé.
Recordé que debía comprar algo para comer, así que salí a la calle con el ánimo de
encontrar algo abierto. Mientras caminaba vi distraído por la ventana de la casa vecina
a un grupo de jóvenes entre risas y tragos. Cuando regresaba, vi a los jóvenes
levantándose de sus asientos al mismo tiempo, como una suerte de ritual. Se dirigían a
otro rincón, uno de ellos con su celular en la mano. Fue lo que vi en lo que entraba a mi
casa y aseguraba la puerta. Lo que sigue es confuso. Entre paredes escuché un forcejeo,
un barullo, un quejido, un gemido, risas. Es ficción, pensé. Me tranquilicé.
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