jueves, 13 de junio de 2019

No todos los ángeles son alados

Por: Jesus Orlando Yepes Correa
Temática Libre

Todero, solo hasta donde la necesidad se lo exigía; una vez satisfecha su necesidad, no movía dedo alguno.
Mono: “nos quieren bajar del copito”, decía mirando de forma socarrona, mientras de alguna manera, hacia entre ver la profundidad de sus palabras.
Diez de la mañana, Medellín (de los 90), día normal, día de violencia, barrio Aranjuez; loco mellizo ingresa –vestido de fiesta y sátira, como siempre- a un expendio de carnes donde solía hacer mandados; chaqueta de traje (desgastada), sombrero pirata de periódico, corbata sucia, raída que hacía juego a su cabello hirsuto y a la mugre de su camisa, mochila llena de nadas, pero estaba siempre ahí, por si las moscas; de ella,  saca un afiche roído por el tiempo, el cual entre el mugre dejaba ver un barco en la lejanía, lo toma con reverencia y con cinta adhesiva –de no sé dónde- adhirió el afiche solemnemente a la pared del interior del negocio, lleno de clientes.
-¡Mellizo!, ¡cochino! retira esa porquería de ahí, gritó la dueña del negocio.
-tranquila, es solo un momento, no se preocupe, este es el barco en que me voy a ir…
A las cuatro de la tarde sonaron cuatro disparos de revolver, los otros dos no sonaron, fueron conservados, por si la vida tercamente intentaba reinventarse.
Loco mellizo izó las velas y encaminó su nave a favor del viento y se subió para siempre a su copito, “de donde ya no podrán bajarlo”.
Cuando se tiene por destino matar ángeles,  hay que cubrir la mezquindad de la misión, por ello el ejecutor, le cubrió con sumo cuidado la cabeza con el cesto en el que él hacía los mandados.

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