Temática libre
Es de madrugada, y mientras
otros piden cinco minutos más, Heraclio ya está despierto. Ha salido de su casa
tras asegurarse que todo estuviese apagado, pues fuego es lo último que le
falta en su frío terruño. Cerró la puerta, pero aún sigue en el pórtico,
pasmado. Frente a él hay un pequeño gato blanco. Nada hay de especial en aquel
gato, pero ¿qué es aquello que lo detiene, amarra sus piernas entre sí y no lo
deja avanzar? De sus fuertes manos caen las llaves y su tintineo en el piso de
cemento le despierta. Cierra sus ojos con la misma fuerza con que ha de horadar
la tierra para ganarse el pan, como queriendo por aquel acercamiento forzoso de
sus párpados eliminar al gato que está frente a él. Tras un largo parpadeo lo
comprende. Se da cuenta que este frente a la belleza.
Heraclio podría escribir páginas y páginas
sobre aquel gato blanco, que sentado entre la maleza resalta sobre la noche aún
salvaje que trata de imbuir aquel rincón del valle. Podría escribir sobre que
él mismo es ese gato, sentado en la naturaleza, impávido frente al mundo que
pasa rápidamente. Podría escribir sobre esa naturaleza que es invadida por el
concreto. Podría escribir sobre la victoria del concreto, de cómo los arrabales
de la ciudad están cada vez más cerca de las pequeñas fincas y de cómo
ese avance mortífero le ahoga. Podría escribir de ese ahogo, que como el más
pesado de los yugos debe cargar y aguantar en silencio. Podría escribir sobre
el hogar que él mismo construyó con sus vigorosas manos, ya tocadas por las
arrugas. Podría escribir de las arrugas de su madre, que nunca pidió cinco
minutos más, ni siquiera a la hora de morir. Podría escribir sobre la muerte,
sobre ese umbral sombrío que se cierne sobre los hombres, pero que antes de
asirlos y cantar victoria, los seduce brevemente con susurros al oído, les dice
que son bellos como aquel gato bajo la luz de una farola. Podría escribir sobre
la farola, única guía en esa oscuridad. Podría escribir sobre la oscuridad que
ha estado al lado de los hombres desde que abrieron sus ojos. Podría escribir
de los hombres, de su historia, de los héroes y líderes que han dado su
vida en pos del progreso. Podría escribir del progreso y pensar que en esa idea
también hay un sitio para él. Podría escribir sobre todo, y aun así sabe que no
podrá escribir nada, que solo existe en la voz de alguien más, que pasará
frente al gato y lo olvidara todo, que la belleza está reservada para los
poetas. Suspira ligeramente mientras esboza una mueca a modo de sonrisa, escupe
en el suelo para disimular su congoja. Está abatido y recién comienza un día
más.
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