sábado, 22 de junio de 2019

MI GUADALUPE

Por:Ilda Luz Agudelo Ceballos
Temática libre


Mi Guadalupe, o mejor, mi Lupe del alma. No sabes cuánto te amo mi pequeña niña juguetona y
traviesa, a quien escribo hoy para pedirle perdón.
Cada carta tuya, te aseguro, la pude leer. En muchas ocasiones, pensé en tus ganas de saber quién
y cómo era ese Papá Noel de quien tanto te hablaban, saber si existía ese hombre de barba blanca
y larga a quien enviabas cartas cada año en espera que cumpliera tus deseos o sueños.
Vi tú felicidad el 25 de diciembre al destapar tú regalo y ver la muñeca que tanto deseabas. Sin darte
cuenta, al pasar por una tienda de juguetes, llevándote de la mano, con gran felicidad la señalaste
y me comentaste ¡es la que le quiero pedir a Papa Noel! Y pensé: ¡este regalo, es la mejor
recompensa a una gran hija!, aunque los tiempos no fueran los mejores.
El 26 de diciembre, como una niña inquieta te levantaste con tú nuevo juguete y dijiste con fuerte e
imponente voz: mamá, ¡quiero conocer a Papa Noel! Te contesté: ¡él está en los corazones de los
niños que sueñan y hacen las cosas bien! Desde ese momento, empezaste a enviarle cartas llenas
de una gran fantasía con el fin de lograr conocerlo, me sorprendía tu imaginación, por eso, vigilaba
que cada cosa que escribieras no fueran líneas de algo que de verdad cumplieras, ya que estaban
llenas de maldad.
La del 8 de enero, fue la más cruel; le escribiste a Papá Noel manifestando que, si él no llegaba a
tú habitación, tomarías un cojín y lo pondrías en el rostro de tu hermano Tomás. No podía creer tal
horror y, peor aún, que fueran letras de mi hija. Desde ese momento, no me separé cada noche de
ti y de tú hermano, vigilando que nada de eso pasara. O como en otra carta, en la que le expresaste
molesta dado que no te respondía, cómo sacrificarías a Luna tu gata en agua caliente.
Sé que me culpaste de tus rabias y tristezas. Que todos a tu alrededor éramos parte de esa historia
que, aunque atroz, era tu alma manifestando tanto dolor, pues tu padre no estaba con nosotros.
Llegué al punto de aterrorizarme por tus escritos y a pensar: ¡mi hija es un monstruo! O quizás, solo
se trataba de un reto para saber a sus ocho años, en medio de su inocencia, quién era ese hombre
de traje rojo. Sin embargo, al entrar a casa el 1 de febrero, verte tirada en el suelo con lágrimas
escurriendo por tu pequeño y hermoso rostro, a tus pies la muñeca soñada destruida en pedazos,
entendí que ya tenía que parar el odio que se estaba creando en ti, y más, al escuchar tu grito
desesperado y lleno de dolor: ¡Papá Noel no existe mamá!
Hoy, 6 de marzo, lamento no haber contenido tú imaginación, ya que todo esto te llevó a estar en
ese cuarto de cuatro paredes blancas y solitarias donde me tocó dejarte, una locura de la cual soy
culpable por no parar esas cartas con la verdad; nuevamente, te pido perdón mi Guadalupe y sé
que es tarde para decirte que Papá Noel soy yo, pero quiero pensar que existe y él sabe que mi hija
lo necesita.

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