jueves, 20 de junio de 2019

NOCHE DE VERANO

Por:Diego Alejandro Acosta Vasquez
Temática libre


Siempre se supo a sí mismo dotado de gran sensibilidad de espíritu, más también
se supo único en el mundo al no conocer a nadie más a quien sus sueños trajeran
más desdichas que a él. La sensibilidad de espíritu que ha hecho grandes músicos
y poetas, a él lo hizo mendigo, comoquiera que para un alma así de sensible los
motivos para embriagarse pululan en todos los rincones. Es nuestro personaje uno
bastante peculiar: mitad vagabundo, mitad genio y mitad hombre santo, y en tan
alta estima se tenía a sí mismo, que cabían tres mitades en él. Tenía estudios
doctorales (ganados con honores) en cazar peleas y salir vapuleado de todas ellas
(e hizo muy buen uso de su diploma en estas calles). Cuerdo algunas ocasiones,
loco el resto del tiempo, pero muy consiente ahora; tan difícil como negar la
realidad es ocultar lo evidente: estaba muriendo. La suerte le deparó una vida
larga, ya que no dichosa, y una muerte de perro. Su mente se ve colmada de
pensamientos que no tendría el hombre que fue, pero que en este particular y
único momento, como sin duda lo es la propia muerte, si los tenía. Las imágenes
en su mente se pintaban del color de los recuerdos y sus ojos buscaban
afanosamente aquel algo sin forma que buscó toda la vida: ese algo había estado
tan persistentemente en su imaginación, que así también debía existir,
persistentemente, en la realidad; más no lo encontró. Y viendo su final tan cerca,
repasa en su cabeza la larga y variopinta lista de santos que conoce, celoso de
saber a cuál de todos encomendarse, ya que el monopolio de las bendiciones y
los milagros no fue repartido con igualdad entre todos los santos. Siente un gran
peso sobre su pecho y siente el filo sobre su cuello; es la idea que tanto habían
perorado los hombres de negra sotana, cuello blanco y pesado libro en la mano,
es la idea del juicio.
-¿Juzgar quién a quién? Soy yo quien te debería juzgar a ti. Tú eres mi creación.
Aliviado por su rebeldía poética al final de su vida, y con el consuelo de saber que
la muerte nos unifica a todos en tanto que mortales, se despide.
-El sol quema mi cara. Solo fue una mala noche. Hoy tendré que morir de nuevo.

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