Por: Luis Eduardo Gallego GarcÍa
Tematica libre
Nos
unió un golpe de suerte; uno de esos golpes que no duelen.
¡Pero
qué digo!, no nos unimos siquiera, sólo nos encontramos en el planeta.
Me
vio con mi alma de poeta y yo a ella, sin nada que no perteneciera a su
belleza.
Su
ropa eran las olas del mar que era su cuerpo.
Sus
labios, sus ojos, sus rizos color caramelo.
Ayer
y hoy encajan en cuanto no los baña mañana.
Y
mañana nunca viene, está muy ocupado siendo planeado.
Por
el pedacito de cielo que le regaló a este exiliado.
Por
los dioses, por el hombre, por las cosas que se rompen.
De
ayer y hoy me queda ella más que todo.
No
es que sólo tenga ojos para ella, es que para mí no existe otra con sus ojos.
Cientos
o miles, las línea de la sagrada Biblia.
Pero
ni una sola describe lo que nos divide.
No
sé si por ella sienta amor.
Sólo
sé que la adoro como hasta el sol.
Por
como me mira, como si no me fuera a ver en la vida.
Pero
le aseguro que en el mundo sólo cabrá nuestro idilio.
Tic.
Toc; tic, toc; la aceleración.
Siento
que se me va a salir del pecho el corazón.
Creo
que le sonreí y me quedé viendo su cabello.
Estaba
distraído con el paro cardíaco.
Quiero
desvestirla; ver su piel color vainilla.
¿Cómo
serán sus curvas, sus pezones, su vagina?
Le
agradezco al cielo por hacerla; arriba, en lo oscuro, en las tinieblas.
Con
agujeros negros y soles que se llevaron a una galaxia vacía.
Haciendo
que los opuestos colisionaran, produjeron a mi diosa coronada.
Y le
hicieron un corazón con arena de mar y con plantas.
Cogieron
todos los animales como en el arca y se los pusieron en su mirada.
Y le
incendiaron sus rizos color caramelo en un volcán con lava.
Luis
Eduardo Gallego García.
A
una niña que veo a veces.
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