VII Concurso de Cuento Corto U.N. en la Web
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Puesto y categoría
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Cuento
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Autor
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Primer puesto:
temática libre
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Santiago Ruíz
Estamento: egresado de la
Sede Medellín
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Segundo puesto:
temática libre
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Sergio Andrés Ospino
Estamento: estudiante pregrado Sede Medellín
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Tercer puesto: temática libre
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Ricardo Ramírez
Estamento: estudiante posgrado Sede Medellín
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Cuento ganador del Taller de Escritura
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Valentina Rodríguez
Estamento: estudiante pregrado de la Sede Medellín
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Ganador cuento: categoría idiomas
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Mariana Hernández Arboleda
Estamento: estudiante pregrado Sede Medellín
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Ganador cuento más comentado en redes
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Lorena Padilla Jaramillo
Estamento: estudiante pregrado de la Sede Medellín
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martes, 24 de marzo de 2020
GANADORES
miércoles, 26 de junio de 2019
PRESENTACIÓN
VII CONCURSO DE CUENTO CORTO
U.N. EN LA WEB. 2019.
La equidad proviene del latin aequitas y hace referencia a los valores de igualdad o
justicia. La posibilidad de escribir nuestras historias reales o ficticias, al
redactar lo que sentimos podemos decir que entramos a una dimensión donde todos
somos iguales, porque frente a una hoja en blanco todos tenemos las mismas
oportunidades de imaginar, de ser, de estar o de crear...
La creatividad viene del verbo en latín creare e indiscutiblemente se puede equiparar con la
palabra “engendrar” y es que cada historia escrita a nuestro puño y letra, por
más larga o corta que sea, lleva consigo nuestro adn, nuestra visión y reflejo
del mundo, mundo caótico o pacífico, con sus civilizaciones, sus creencias y su
cultura…
Cultura que es tan individual como colectiva, palabra que viene
del origen latín cultus y significa cultivo. Imaginemos que leer es
sembrar palabras en nuestro espacioso campo cerebral y con cada palabra que
reconocemos y aprendemos, adquirimos
increíbles conocimiento, así llegamos a narrar nuestras historias y experiencias
de vida, dándole al mundo literario una bella cosecha de ideas nuevas.
La Eterna Primavera
Por: Karol Raigoso Martínez
Temática libre
Temática libre
Nayik viva en Acraa, pese a que pocos alguna vez hubieran oído de este lugar muchos dependían de él, aunque sus ciudadanos desconocían esto, otros lo aprovechaban abruptamente, debido a sus invaluables recursos energéticos. Despertarse con los intensos rayos solares era algo a lo que había estado acostumbrado y una de las cosas que más apreciaba, pero vislumbrarlos con la misma claridad con la que siempre lo había hecho era cada vez más complicado. Aquel verdor de las montañas estaba siendo reemplazado sutilmente por tonos grisáceos que más que un lugar encaminado hacia la industrialización reflejaban la codicia y poco respeto de las grandes compañías. Nayik despreciaba la manera como personas tan ajenas explotaban la naturaleza; y pese a que nunca había salido de allí, siempre había imaginado que tal vez podía existir otro lugar en el que pudiera ver tal verdor.
Una imponente montaña y un letrero suscitando ‘‘Jardín’’ sobre esta era lo único que Nayik veía, este no era como aquellos que solía ver con enormes tubos de metal, estaba hecho de flores. Anonadado se levanto, detrás una multitud se acercaba apresuradamente. Así que se refugió bajo una enorme roca que encontró, esperó que cruzaran y de inmediato emprendió la huida. Tan solo tenía un vago recuerdo de estar parado frente a una de esas enormes máquinas y un barco detrás, pero esto había ocurrido hacia algún tiempo, no solo no recordaba un día, sentía como si hubiese sido una semana entera. De repente alguien chocó contra él, era otro pequeño , tenía una ruana y algo blanco que cubría su boca y nariz .El le ofreció un poco de agua , habían pasado varios días , su piel era muestra de ello, de inmediato la bebió , pero pudo notar cuán difícil era respirar allí pese a la cantidad de montañas árboles y plantas, el aire estaba lleno de polvo y el cielo se veía gris. Ambos empezaron a correr, y el le dijo que la ciudad estaba siendo evacuada debido al aire y le dio algo para que se cubriera. Nayik no entendía como un lugar tan bello a la vez era tan tóxico. El chico sacó un volante, debían evacuar la ciudad; Nayik lo observó y vio que en la parte de abajo había un espacio en blanco, allí se colocaba una sugerencia respecto al aire. La ciudad estaba en caos, gente corriendo y alarmas incesantes sonaban a lo lejos. En tanto Nayik tomó una pequeña piedra y burdamente dibujó una montaña, era hermosa pero en el centro había un gran hueco, él señalaba con insistencia el papel de chico. Esa era una de las formas que usaban en Acraa para extraer los recursos naturales. Él le dio un lápiz, Nayik lo dibujó pero una brisa desprendió el papel de sus manos, ambos corrieron y cuando lo iban a levantar un policía se agacho, lo recogió lo observo y se retiró. Todos evacuaron la ciudad; El futuro de esta era incierto pero al cabo de una semana se dio la orden de volver, con temor fueron acercándose y una enorme montaña con varios huecos a través de ella se imponía, era el dibujo de Nayik frente a ellos, el se veía triste, no era como quería ver una vez más maltratada la naturaleza, pero alzó la mirada y el cielo ya no era gris, con temor lo ciudadanos se quitaban lo que cubría su rostro. Fue así como el pequeño utilizó eso que aborrecía tanto, para hacer de allí el lugar que es en la actualidad: ‘‘La ciudad de la eterna primavera’’.
SIN TIMÓN Y EN EL DELIRIO
Por: Theyder García
Temática libre
El niño corre descalzo por los pasillos a medianoche temeroso de sí mismo. El exceso de fantasía le juega a veces un doble juego incomprensible. Siente desbocado su corazón que supera el compás marcado por el reloj y el búho a su lado le devuelve la mirada con un brillo artificial que resulta real y cortante ante el asombro del pequeño soñador.
Un relámpago estalla y su luz ilumina parcialmente la estancia a través de los cristales y el niño contempla lo ilusorio de las figuras a su alrededor. Retoma su marcha y sigue corriendo hasta que el límite de su ensueño aparece bajo el manto del inminente amanecer. Se detiene, y no escucha su corazón latir, sino su frágil mente razonar. Comprende, que empieza a depender únicamente de su interpretación de los estímulos que recibe, el mundo, su mundo ¿avasallándolo? El intento de seguir corriendo es frustrado por la creciente sensación de estar de nuevo en el inicio del pasillo.
Un pesebre en la intemperie es testigo con todas sus luces, del primer y único beso del niño. Pero también duda de todo eso. Alguna certeza habrá entre tanto caos. Aburrido intenta regresar a la ignorancia primigenia pero es incapaz. Una vez que ha iniciado a correr no hay vuelta atrás. No se puede suprimir esa inquietud de querer tener certezas.
El buscador ha experimentado todos los límites, y continúa con la pulsión de siempre. Se sienta y bebe con los dioses de etéreas fuentes. Siente como todo el miedo deja paso a la serenidad total. La armonía y la gracia van de su mano prendadas.
La realidad es su voluntad y los hechos son sus pensamientos. Luego llega incrementado un llamado cálido pero firme de Afuera. El miedo ya no es una reacción en él, pero la inquietud se expande y desea responder. Más allá de sí, intuye la llegada de una certeza. El llamado del Otro es respondido y al vislumbrarlo descubre su imagen, que lo mira desde allá.
martes, 25 de junio de 2019
La servidumbre
Por: Leonardo Zapata
Taller de escritura creativa
Taller de escritura creativa
Medellín, 23 de abril de 2019.
Hermano, mi abuela me decía que su abuelo trabajaba como una mula y que yo debía
dar gracias a Dios por lo que tenía, pues él camellaba tres veces más de lo que se
camella hoy y le daban tres veces menos. A veces llegaba a mi cabeza ese
pensamiento, cuando me sentía derrotada por las hijuemadres jornadas de trabajo,
como las de los últimos días. Recordaba estas historias para darme fuerzas, cuando mi
abuela hablaba de cómo se sobreponía, decía que le tocó duro, una porquería total, me
decía que la hacían levantarse de madrugada a lavar platos y a brillar pisos. Lo curioso
es que ahora que no veo diferencia, me tocó lo mismo, lo mismo que al abuelo de la
abuela y a toda esta desgraciada familia; no debí sentirme agradecida por trabajar.
Mi vida constaba de levantarme todos los días a las 4 de la mañana, y esperar a que mi
patrón me pusiera a hacer cualquier cosa. A veces, desde esa hora se me daban
órdenes; desde esa hora mi columna se encorvaba durante todo el día. Parece como si
fuera un trabajo en el que entrenan personas para vivir agachadas. A mediodía,
mientras preparaba el almuerzo tenía que sacar pequeñas sobras, no tuve ni mi propio
plato, y ay donde me quedara maluca la comida. La última vez me la tiró caliente en los
pies; todavía tengo la piel roja. En la noche, ni qué decir: siempre me acosté tarde, unas
noches fueron más largas que otras, esperando satisfacer al patrón y sus necesidades
extrañas, de lo que no quiero hablar, pues las marcas en mi cuerpo ya me lo recuerdan
siempre. Hace unos días me puse mal. Estaba limpiando las cosas inútiles que tenía el
patrón en casa, una colección de cucharas. Vaya idiota. Resulta que, para no hacer
daños y ser cuidadosa, terminé tropezando. Creo que tengo una costilla rota. No le dije
nada al patrón. La última vez, cuando me enfermé de gripa, me curé en un día, a la
fuerza. Yo misma tuve que sobreponerme, no quería otra cicatriz de su correa.
¿Hace cuánto que se acabaron los esclavos? ¡Mentira! Una mierda. Solo tengo un día
libre, como los esclavos de los que nos hablaba la abuela, como toda nuestra antigua
familia. Discúlpame, no quiero incomodar, pero, no tengo a nadie más a quién acudir.
Hermano, te envío esta carta, pidiendo ayuda y recordando las historias de nuestra
abuela. ¿No nos decía ella que su abuelo luchó por el fin de la esclavitud? Hermano,
ayúdame, no aguanté más. Necesito un abogado.
Atentamente, tu hermana, María Francisca.
Drama de viejas
Por:Valentina Rodríguez Fernández
Taller de escritura creativa
“Ya Melissa se está yendo a los límites de lo enfermo”. “Y yo creo que este drama de viejas lo estás llevando al extremo”. Los novios siempre suavizan esas cosas, y en especial Andrés. “No es drama de viejas, de verdad que estoy preocupada por todo lo que ella me ha copiado. El pelo, con color y corte, las gafas, la forma como se toma las fotos... Es absurdo. Se está obsesionado conmigo”. “Vos te estás imaginando todo eso”. “¿Te viste El talentoso señor Ripley? Tom Ripley se obsesiona con un chico llamado Dickie. Se mete tanto en su vida y lo empieza a copiar en todo, hasta el punto de reemplazar al Dickie original”. “Ahora la que está llevando el asunto a lo enfermo eres tú. Deja de ver tantas películas”. “Pero de verdad asusta, ¿no? Yo a ella no la veo desde hace seis años, seis años”. Era verdad. Melissa y Susana fueron compañeras en el colegio, hasta que, en décimo, Melissa tomó otros rumbos y su familia decidió irse a vivir a Perú. Tras varios años de no haber sabido de la otra, llegó al país con un curioso aspecto, casi como si se hubiera visto en otra persona. Susana era modelo. Su vida se compartía en Internet con cierta regularidad, por lo que ya había sido víctima de algunas bromas un tanto infantiles; nada grave, hasta ahora. “El tatuaje que me hice hace como dos semanas, al que me llevaste al estudio”. “Sí, del que no dejas de hablar y no haces sino contar su historia en Instagram y todo lo que significa para ti. De verdad que a veces eres muy intensa”. “Sí, pero ese es otro tema. Al parecer a Melissa se le murió su abuela en las mismas condiciones y le decía igual que yo a la mía. Se hizo el mismo maldito tatuaje. Subió una foto hace como doce horas”. “Es una coincidencia”. “¿Esto te parece una coincidencia?”. Andrés miró ambos antebrazos. El de la pantalla aún tenía ese hilo rojo que acompaña un tatuaje recién hecho. El de Susana ya estaba cerca de sanar completamente. Eran el mismo tatuaje. “¿Hace cuánto dices que no la ves?”. “No le hablo hace más de seis años. Solo un par de veces por chat, y eso porque me respondió historias diciendo que soy hermosa y un modelo a seguir. ¡Ah! Y hace unos días la vi en el metro, no más”. “Pues sí es muy raro. Que no sea que uno de estos días nos veamos y ya no seas tú, sino Melissa reemplazándote”. Susana se fue por la burla de Andrés. Ese drama de viejas de verdad la tenía asustada. No se vieron por una semana. “¿Por qué no me contestas? Espero que no estés brava conmigo por eso…”. Los mensajes llegaban a un celular inactivo por casi una semana, algo extraño para Susana, con su activa vida en redes. “Oye, respóndeme, veámonos este viernes en el café de siempre, a las 4…”. Un seco “Ok” fue la respuesta. Susana no contestaba así a menos que algo la molestara. El viernes a las cuatro, Andrés se sentó en la mesa más cercana a la ventana, la que la pareja acostumbraba a ocupar. Una rubia entró un poco perdida. “Aquí, Susi. Donde siempre”. Le hizo gestos con la mano para que la chica lo viera, como si no supiera a dónde iba. “Pensé que no ibas a llegar…”. Un pequeño silencio se produjo mientras Andrés pensaba, porque esa chica no era su novia, pero se parecía tanto. Seguro la había visto en otro lado. Pero el tatuaje de su brazo era el mismo… “¿Melissa?”. “¿Cómo que Melissa? Ella ya no existe. Soy Susana, tu novia.”
Taller de escritura creativa
“Ya Melissa se está yendo a los límites de lo enfermo”. “Y yo creo que este drama de viejas lo estás llevando al extremo”. Los novios siempre suavizan esas cosas, y en especial Andrés. “No es drama de viejas, de verdad que estoy preocupada por todo lo que ella me ha copiado. El pelo, con color y corte, las gafas, la forma como se toma las fotos... Es absurdo. Se está obsesionado conmigo”. “Vos te estás imaginando todo eso”. “¿Te viste El talentoso señor Ripley? Tom Ripley se obsesiona con un chico llamado Dickie. Se mete tanto en su vida y lo empieza a copiar en todo, hasta el punto de reemplazar al Dickie original”. “Ahora la que está llevando el asunto a lo enfermo eres tú. Deja de ver tantas películas”. “Pero de verdad asusta, ¿no? Yo a ella no la veo desde hace seis años, seis años”. Era verdad. Melissa y Susana fueron compañeras en el colegio, hasta que, en décimo, Melissa tomó otros rumbos y su familia decidió irse a vivir a Perú. Tras varios años de no haber sabido de la otra, llegó al país con un curioso aspecto, casi como si se hubiera visto en otra persona. Susana era modelo. Su vida se compartía en Internet con cierta regularidad, por lo que ya había sido víctima de algunas bromas un tanto infantiles; nada grave, hasta ahora. “El tatuaje que me hice hace como dos semanas, al que me llevaste al estudio”. “Sí, del que no dejas de hablar y no haces sino contar su historia en Instagram y todo lo que significa para ti. De verdad que a veces eres muy intensa”. “Sí, pero ese es otro tema. Al parecer a Melissa se le murió su abuela en las mismas condiciones y le decía igual que yo a la mía. Se hizo el mismo maldito tatuaje. Subió una foto hace como doce horas”. “Es una coincidencia”. “¿Esto te parece una coincidencia?”. Andrés miró ambos antebrazos. El de la pantalla aún tenía ese hilo rojo que acompaña un tatuaje recién hecho. El de Susana ya estaba cerca de sanar completamente. Eran el mismo tatuaje. “¿Hace cuánto dices que no la ves?”. “No le hablo hace más de seis años. Solo un par de veces por chat, y eso porque me respondió historias diciendo que soy hermosa y un modelo a seguir. ¡Ah! Y hace unos días la vi en el metro, no más”. “Pues sí es muy raro. Que no sea que uno de estos días nos veamos y ya no seas tú, sino Melissa reemplazándote”. Susana se fue por la burla de Andrés. Ese drama de viejas de verdad la tenía asustada. No se vieron por una semana. “¿Por qué no me contestas? Espero que no estés brava conmigo por eso…”. Los mensajes llegaban a un celular inactivo por casi una semana, algo extraño para Susana, con su activa vida en redes. “Oye, respóndeme, veámonos este viernes en el café de siempre, a las 4…”. Un seco “Ok” fue la respuesta. Susana no contestaba así a menos que algo la molestara. El viernes a las cuatro, Andrés se sentó en la mesa más cercana a la ventana, la que la pareja acostumbraba a ocupar. Una rubia entró un poco perdida. “Aquí, Susi. Donde siempre”. Le hizo gestos con la mano para que la chica lo viera, como si no supiera a dónde iba. “Pensé que no ibas a llegar…”. Un pequeño silencio se produjo mientras Andrés pensaba, porque esa chica no era su novia, pero se parecía tanto. Seguro la había visto en otro lado. Pero el tatuaje de su brazo era el mismo… “¿Melissa?”. “¿Cómo que Melissa? Ella ya no existe. Soy Susana, tu novia.”
La presencia
Por:Catalina Carrillo
Taller de escritura creativa
Ella llegó a su cuarto para hacerle compañía a los ratones y cucarachas. A dormirse en la humedad que cubre sus cobijas y ropas. Siempre a la expectativa del no querer ser. Encerrada en el tiempo. Siempre intimidada.
Ella salía con sus amigos y le preguntaba:
—¿Cómo te fue?
—Sola.
—¿Qué?
—Soledad.
Me decía con su aliento fuerte de ron.
Tuve la certeza de que siempre me respondía en su contrariedad.
Dejaba morir las flores, pero nunca la maleza. Decía que se morían porque les sonreía y después agonizaban. Ella sólo sonríe, con sus colmillos montados y labios pálidos.
Casi todos los días me susurraba cosas que la hacían pesimista, como si la tristeza fuera solo de ella. Y a veces sentía que era la persona más satisfecha del mundo.
—El placer es efímero, el conocimiento te deprime, la naturaleza es la única tumba… el cielo existe pero a nadie le importa si no está, el cielo cambia pero a nadie le importa, sólo les parece bello. A nadie le importa porque si, existe nosotros existimos. Esa vez, tuve la certeza de que también era redundante. Mientras se arrancaba pelo a pelo la horquilla de su cabello.
—¿Qué es redención?
—Lo que no hallo.
Nunca me ayuda en mis tareas, ella era egoísta. Con su ceño fruncido todo el tiempo y sus cejas delgadas.
A medida que yo crecía, ella decrecía, en la silla de su cuarto. La veía y cada vez su cabeza bajaba hasta ver su espalda, vértebras y costillas, ver que estas también bajaran.
Me imaginé lo que pasó:
Marcha agresiva, mirada hacia abajo, frenesí en los recuerdos. Alza la cabeza con lágrimas cayendo, está lloviendo. Una gota entra en su párpado y acompaña a la lágrima salir. El cielo la consuela porque no puede ser como él. Ser parida por el vacío.
Se inmoló. Ya no susurra, ya no decrece y las flores crecieron. Escogió el olvido en el cuarto deshabitado. Mi hermana se convirtió en una existencia vacía. No me queda más de otra que buscarla en el espejo.
Taller de escritura creativa
Ella llegó a su cuarto para hacerle compañía a los ratones y cucarachas. A dormirse en la humedad que cubre sus cobijas y ropas. Siempre a la expectativa del no querer ser. Encerrada en el tiempo. Siempre intimidada.
Ella salía con sus amigos y le preguntaba:
—¿Cómo te fue?
—Sola.
—¿Qué?
—Soledad.
Me decía con su aliento fuerte de ron.
Tuve la certeza de que siempre me respondía en su contrariedad.
Dejaba morir las flores, pero nunca la maleza. Decía que se morían porque les sonreía y después agonizaban. Ella sólo sonríe, con sus colmillos montados y labios pálidos.
Casi todos los días me susurraba cosas que la hacían pesimista, como si la tristeza fuera solo de ella. Y a veces sentía que era la persona más satisfecha del mundo.
—El placer es efímero, el conocimiento te deprime, la naturaleza es la única tumba… el cielo existe pero a nadie le importa si no está, el cielo cambia pero a nadie le importa, sólo les parece bello. A nadie le importa porque si, existe nosotros existimos. Esa vez, tuve la certeza de que también era redundante. Mientras se arrancaba pelo a pelo la horquilla de su cabello.
—¿Qué es redención?
—Lo que no hallo.
Nunca me ayuda en mis tareas, ella era egoísta. Con su ceño fruncido todo el tiempo y sus cejas delgadas.
A medida que yo crecía, ella decrecía, en la silla de su cuarto. La veía y cada vez su cabeza bajaba hasta ver su espalda, vértebras y costillas, ver que estas también bajaran.
Me imaginé lo que pasó:
Marcha agresiva, mirada hacia abajo, frenesí en los recuerdos. Alza la cabeza con lágrimas cayendo, está lloviendo. Una gota entra en su párpado y acompaña a la lágrima salir. El cielo la consuela porque no puede ser como él. Ser parida por el vacío.
Se inmoló. Ya no susurra, ya no decrece y las flores crecieron. Escogió el olvido en el cuarto deshabitado. Mi hermana se convirtió en una existencia vacía. No me queda más de otra que buscarla en el espejo.
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