Por: Luis David Libreros Ponce
Temática Libre
El
secreto está en los sueños. La mente humana es un algoritmo complejo, asimismo,
nunca se detiene, incluso cuando la sección corpórea de nosotros esté
descasando. ¿Cuál es esa clave? Sí, el cerebro. Pasé muchos años intentando
dilucidar este concepto y, luego de un tiempo intentando separar el cuerpo de
la mente, capté una división natural y consuetudinaria. Cuando un ser humano
duerme, su mente aparenta ir a otra dimensión y revelar cosas, frecuentemente, muy
vívidas de otros universos. Se especula mucho sobre este fenómeno, investigadores
sobre el tema aseguran que es la manera de expresar cómo se siente el cuerpo,
quizá por medio de un código, otros alaban que es algo creado por nuestro
cerebro ya que nunca descansa; aun cuando es fascinante, no es así. Soy el Dr.
Quimera, y encontré la razón de aquellas locas escenas llamadas sueños. Luego
de mis experimentos, diseñados hacia mí, no quería dañar ninguna forma de vida,
parece ser que ellos son un portal hacia la mente, no son precisamente del
cuerpo, estamos ante algo perfecto. Sobrellevó cuantiosos años de investigación intentar encontrar esos
portales, puede decirse que son similares a las chacras, pero es mucho más
complejo. Antes de poder encontrar y ascender por ellos, debes enfrentarte
contra lo que te dictamina a ti y te hace un ser imperfecto. El primer portal
demandaba el sentimiento “ira”, luego de enfrentarla y ascender, sentí que aquel
sentimiento fue borrado de mi conciencia, no podía sentir más aquella emoción,
¿Era eso malo? Aún con el mal gusto, proseguí, era el trabajo de mi vida. Así,
abrí la siguiente puerta, el miedo. Esta fue concretamente difícil porque, sí, cuando
logré sentir como mi conciencia, sobrellevada al límite, llegaba al fin del
sueño, jamás volví a sentir miedo. Al entrar al tercero, pude deducir que era
el apego, logré superar el sueño con suma dificultad y allí, delante de mis
ojos, el último portal me miraba. No era precisamente un portal, era mi hija,
ella era el canal que me conduciría a un ser humano perfecto que puede
entenderse completamente y estar por encima de todo, así como un Dios. La
última puerta era el amor. Sabía exactamente cuáles eran las pruebas porque distinguía
el tema del sueño y cuál era el sentimiento a alcanzar; así como el miedo, era un sueño con mis pesadillas
más terribles y grotescas; el de la ira, saber que mi familia me había
abandonado y sí, mi trabajo me consumió tanto que acabó con mis relaciones y de
manera análoga conmigo; el apego, mi primera hija que murió en un accidente de
tránsito y no podía abandonar su recuerdo. En aquel sueño, tuve que despedazar
la última carta que me había escrito, nunca la pude leer por mis
investigaciones. Y el amor, debía superarlo. Avizorando a mi hija, creada por
mi mente, concluí que después de todo lo que he perdido, no hay nada más, no
hago parte de la humanidad ahora, por mis experimentos dejé una familia que me
amaba, y descuidé a mi hija, hoy día fallecida en aquel accidente, y deduje que,
para activar el portal, debía superar el hecho que destruí todo lo que alguna vez amé por un
conocimiento infinito y abandonar, para siempre, mi parte somática. Al llegar a
este plano corroboré mis investigaciones, no son mentes específicas para cada ser
vivo, somos solo una mente de proporciones infinitas que ahora dirijo. Y aquí
escribo mi primera y última carta, desde los confines de la mente, ahora soy el
Dios que gobierna cada partícula de sentimiento y razón que maneja cada ser
vivo; aun cuando, siendo un Dios, no logro regir un sentimiento a su totalidad,
supongo que nunca logré superar esa emoción.